En una de las partes más altas de la Comuna 13 en Medellín, por los estrechos caminos que conectan un barrio con otro, hay una resbaladilla que contrasta con el paisaje urbano lleno de casas aglomeradas a la orilla de la montaña.
Durante el recorrido que hicimos en agosto nos contaron que fue puesta en homenaje a un niño de cuatro años que murió a causa de una bala perdida debido a los continuos conflictos armados en la zona, por lo que cada que un visitante llega a este lugar, arrojarse por la resbaladilla es hacer memoria de ese niño muerto y perdido entre las cifras oficiales y la indolencia de los asesinos.
El recorrido por la Comuna 13 fue una experiencia que durante casi todo el trayecto me dejó enmudecido y asombrado. Enmudecido por la atmósfera densa que se presiente en esas calles llenas de murales con niños, mujeres, jóvenes y tantas personas que ya no están, y asombrado al contemplar cómo la vida florece y expande sus expresiones afectivas a través del arte y las sonrisas a pesar de la guerra, los combos armados y las fronteras invisibles.
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