viernes, 1 de julio de 2016

Anular lo que ya está anulado. Una reflexión sobre las grietas de la democracia en México


No me siento representado por ninguno de los candidatos en mi distrito, ni por las instituciones electorales, ni por los líderes que se venden de ciudadanos pero están al acecho de sus aspiraciones políticas e intereses particulares. 

Con plena consciencia de mi decisión, no legitimaré a instituciones implicadas en los fraudes de 2006 y 2012, ni quienes apoyaron la guerra de los más de 100,000 muertos, ni quienes han solapado la corrupción de funcionarios a pesar de ser proxenetas, tener ligas con el narcotráfico, haber protegido a pedófilos, asesinado a periodistas y candidatos y tantas otras vejaciones que se han hecho en nombre de la actual democracia en México.

Aún siguen faltando 43 y tantos miles más, aún siguen encarcelados líderes de las autodefensas que pusieron un alto a los narcogobiernos, aún siguen impunes militares, policías federales, estatales y municipales que han participado en masacres. No puedo salir a poner mi cara de ciudadano ejemplar cuando hay condiciones estructurales que mantienen la inercia e impiden unas elecciones limpias y transparentes. 

Para mí anular no es una victoria cultural del PRI, sino una reivindicación de la memoria histórica que persiste en este país. Otras vías sí son posibles, quizá no ahora, pero tengo la certeza de que se están gestando, se han anunciado con más fuerza desde hace al menos una década, y cuando estén ante nosotros estoy seguro que todos las sabremos reconocer. 

Mientras tanto a seguir construyendo otros caminos...

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