jueves, 8 de enero de 2015

SOBRE MI PRIMERA VISITA A MEDELLÍN, MAYO 2014

Medellín y sus habitantes me tratan muy bien, gracias a amigos que me recibieron y han tratado de lo mejor. He conocido un gran jardín botánico, el parque de los deseos, el parque Berrío y también la biblioteca España, ubicada en la parte superior del cerro Santo Domingo Savio. Un lugar de contrastes y tensiones, me sentí abrumado y al mismo tiempo conmovido por el paisaje de las casas acumuladas al borde de la montaña.
La historia de la ciudad se percibe en los testimonios de las personas que la han vivido, cada uno tiene una narrativa que contar, que compartir, esta ciudad se ha llenado de historias para relatar, de recuerdos, de voces que hablan desde los años silenciados y se escuchan hasta aquí, en lo actual y lo habitual. Los testimonios tienen un eco de justicia pero también de recordar lo vivido, de hacer todo lo posible para no volver a vivirlo. Recordar la experiencia, no volver a provocarla, practicar nuevas relaciones de reconocimiento y afecto, por encima de las de separación y miedo, sin embargo persiste esta tensión.
Miro la ciudad desde un onceavo piso y el verde de Medellín constrasta con el color naranja del ladrillo que pintan las casas y los edificios en las montañas y el valle. El viento se lleva y desvanece las nubes para traer otras nuevas, el rumor de la ciudad afuera se escucha como si fueran miles de murmullos, cada ciudad es un diálogo silencioso entre el humano y la tierra

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