Muda oscuridad de las palabras al
escribir sobre Ayotzinapa. Los conceptos lucen huecos ante tantas tragedias.
Escribo pero queda una sensación de vacío, un magnetismo de negatividad y
espesor que se hunde en el corazón. Quizá sean las contracciones de la tierra
por tanta sangre quemada. Quizá sea este aplastamiento emocional al pensar en
el abismo al que todavía llamamos país. No es posible permanecer callado y
dejar que el tiempo sepulte este y tantos otros episodios tan dolorosos, pero también entiendo que cierto silencio
expresa una angustia existencial que difícilmente puede ser articulada en
palabras.
Yo sí soy Ayotzinapa, y a varios meses de este hecho, mi solidaridad está con los padres y madres de los
estudiantes, así como todas las personas que han padecido las indolentes
políticas de Estado a través de asesinatos, desapariciones, corrupción e indiferencia.
Si el Estado mexicano coludido con el narcotráfico han encontrado en la muerte
el fundamento para propagar el miedo, a nosotros como sociedad nos toca
cultivar respeto, reconocimiento, solidaridad y amor. A nosotros nos toca
cultivar dignidad para cosechar vida.
I like it
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