jueves, 8 de enero de 2015

SOBRE GENERALIZAR

Cómo o para qué generalizar cada experiencia de vida, tan única, irrepetible y circunstancial, si no es para estabilizar un caos interior. El pensamiento intenta abarcar (controlar) aquello que todavía no puede o no quiere comprender. Por esto intenta disfrazar su voz en la de otros, entremezclarse en la ambigüedad para encontrar un refugio, una guarida, un punto de pliegue que le permita escaparse. (...)

Las personas que tienden a generalizar lo hacen por un miedo profundo a la soledad de su opinión, o bien, porque se han adueñado de una voz que no les pertenece, y sin embargo la usan, a veces para construir y otras simplemente para revitalizar prejuicios.

Por eso al hablar en plural y generalizar no se lanzan cuestiones al aire, se busca ante todo generar contacto, que alguien se identifique, se vea reflejado, aludido, entrelazado, ya no tanto en esa generalidad sino en algo más próximo y compartido, el tacto-piel que sucede entre la palabra y el ojo, el sonido y el oído, el símbolo y el cuerpo.


Generalizar es un vocablo ligado a la idea de género, de generar como capacidad, solo que en la vida cotidiana y el uso del lenguaje así como uno puede generalizar una opinión, también puede generalizar un prejuicio.



El riesgo de generalizar constantemente está en que se autolimita la visión crítica por pensar las cosas como dadas, inmutables, manejables dentro de mi espacio de reflexión individual. Una cuestión a favor sobre la generalización es de que en ciertas circunstancias, hablar en plural pone en relación horizontal el trato de una persona con otra, crea, aunque sea por un momento, un imaginario que es posible compartir, pero por más amplio que sea éste imaginario, necesariamente tendrá que convivir con otros.

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