El 2 de octubre en México no se olvida porque sigue siendo un episodio
de horror en la la memoria de este país.
En la masacre de cientos de estudiantes en la plaza de Tlatelolco en
1968 estuvieron involucrados el ejército mexicano, fuerzas de seguridad pública
del Estado y aquellos gobernantes que autorizaron dichos operativos, siendo Gustavo
Díaz Ordaz y Luis Echeverría las cabezas intelectuales de estos hechos bajo el
argumento de defender al país de influencias extranjeras.
No se puede hablar con precisión de cuántos muertos hubo, algunos hablan
de 325 estudiantes asesinados, pero no es posible confirmar dicha cifra porque
antes y después hubo persecuciones, desapariciones forzadas, torturas,
encarcelamientos y muertas extra oficiales que no formaron parte de este
conteo.
La consigna de “2 de octubre no se olvida” sigue vigente porque hasta
hoy no se han fincado responsabilidades a los principales ejecutores de esta
masacre. Los medios de comunicación al servicio del Estado en su momento
manipularon e incluso defendieron este acto. Por lo que en el presente esos mismos
medios, especialmente Televisa, han optado por un silencio cómplice o de plano
se han puesto del lado de la hipocresía.
A lo largo de décadas se ha desdibujando y hasta vuelto irrisoria la
idea de procesar a los políticos, gobernantes, militares y policías
involucrados. Por eso el “2 de octubre no se olvida”, porque sigue abierta la
injusticia, sigue fresca una herida, persiste y pasó de ser física a simbólica, es así que hasta
que no se realicen los procesos de reparación para las víctimas y se llegue a
una justicia integral ante este y otros tantos hechos, en el imaginario
colectivo la masacre sigue y seguirá sucediendo. Pero aún cuando estas acciones
se llevaran a cabo, el hueco que dejaron cientos de vidas no podrá ser llenado
con ningún discurso ni acto político, porque la vida va más allá que eso, es
aquí cuando cobra sentido la consigna “ni perdón, ni olvido”.
Hoy en día en México ha vuelto a gobernar el PRI, el partido que lleva
sobre su espalda el peso histórico de esa masacre. Se anularon los esfuerzos y
reclamos que exigían justicia, o al menos han quedado sepultados a lo largo de
los años. Por eso estudiantes, organizaciones civiles y miles de personas
siguen marchando, siguen trayendo a la memoria este hecho. Practicar el
“no-olvido” en un país fundado en la desmemoria como México es un acto de
resistencia, pero especialmente un grito por la dignidad y por la vida en este
país atrofiado por las injusticias que lo acechan.
Quizá para el Estado y el partido que hoy gobierna, el 2 de octubre pasó
de ser una masacre a un evento conmemorativo, con protocolo político lleno de
frases huecas y fotografías que mañana saldrán publicadas en los diarios
nacionales. Pero para muchos otros es una fecha que no termina de suceder, y
más bien se prolonga en el tiempo y se suma a otros acontecimientos donde hombres
y mujeres de todas las edades se han atrevido a plantear alternativas de futuro.
Han desafiado al presente con otra voluntad del porvenir y por esto han sido
asesinados.
El 2 de octubre no se olvida porque persiste en la memoria nacional como
una muestra de que a pesar de los esfuerzos de gobernantes, empresarios, medios
de comunicación y fuerzas conservadoras que buscan anular o minimizar estos
hechos barbáricos, siempre habrá impulsos renovados y alternativas de futuro
que desafiaran sus planes y se encargarán de recordarles su indolencia humana y
su complicidad con la muerte.
JC
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