En octubre fui presentador del libro "Eterna brevedad" del poeta ensenadense Lauro Acevedo. Escribí una reseña y fue publicada en esa ciudad.
Comparto este
suplemento cultural en donde aparece la reseña que hice.La reseña se titula “Obertura
del tiempo”
OBERTURA DE TIEMPO. ETERNA BREVEDAD DE LAURO ACEVEDO[1]
El poemario
Eterna Brevedad de Lauro Acevedo nos aproxima a una atmósfera intimista en el
que cada detalle, instante, claroscuro y humedal son entretejidos por una
poética rica en imágenes, lenguajes y ritmos. El título es la invitación para
adentrarse a la obertura del tiempo, desplegado en el cuerpo y su percepción.
Los apartados de
este libro están construidos desde la sutileza y lo diáfano, sensaciones
fugaces, recuerdos, memorias y momentos de la existencia que gracias al poeta encuentran
su lugar en la sensibilidad humana a través de la escritura.
Versos
aparentemente sencillos pero envueltos por un enigma que va más allá de
conceptos y sentidos lógicos de la razón. La poesía aquí alude a otro lenguaje
de sombras y silencios, anti-conceptos y ausencias que circundan la vida,
apenas aprehensibles por el poeta capturador de palabras como mariposas que
vuelan en la mente.
Versos que
pueden hablar de amor, de angustia, de nostalgia, pero que en momentos
parecieran disolverse en la inconmensurabilidad de la emoción, ese punto hueco donde
las palabras salen sobrando. Y solo quedan el suspenso, el arrojo, la entrega.
Poemas breves en
su lectura pero cargados de ecos que a veces se alargan hasta alcanzar
misterios, resonancias al interior de nosotros. Embellecidos y fugaces, hablan
también desde su mudez, cobran su anti-sentido en el silencio de la
incomprensión. El sentido de los poemas se torna otro. Habla en otro código a
la mentalidad. Murmuran desde su “lengua deslenguada” como lo diría José Luis
Pardo, gritan su mutismo desde una garganta fantasmal, la que calla en los
espacios, los tiempos, las sombras, las luces, las aguas. Soplo de presencia en
el vacío.
Aquí es donde el
poema adquiere vida propia frente a su autor, se rebela y se revela como flujo
del éter capturado en la escritura, es la manera que tiene el poema de decirnos
que la poesía no nos pertenece, somos apenas los cuerpos que la hacen posible,
pero una vez liberada en lenguaje, causa estragos, nos afecta o nos pasa de
largo. Y al ser cifrada desde la gramática se nos escapa de las manos, de la
voz, de los labios, vuelve a su procedencia. La poesía se repliega al poema,
tiempo mítico, eterna brevedad del eterno abrevadero. A pesar del mérito al
poeta, a este solo le queda el triste y a veces vanidoso oficio de la
repetición, tratando a los poemas como sus propiedades privadas, sus parcelas
imaginarias, sus pírricas conquistas. ¿Pero quiénes somos para negar lo que nos
satisface?
Celebro en este
poemario su sencillez y también muchas de sus imágenes, algunos de sus versos
que son como puntos de fuga hacia horizontes que se presienten más allá del
cuerpo. Y si bien, una crítica posible a este libro sería por mantenerse dentro
de lo poéticamente correcto en cuanto
a los términos formales de la literatura, la poesía, el arte y sus sentidos de
creación estética (eco de una poesía lírica que reivindica su lugar en el
presente), la dedicación y agudeza con la que está construido renueva la
vitalidad de su autor, a quien se le agradece que sigue cultivando y
entreabriendo esa obertura sensible que es la poesía, a pesar del horror, a pesar de la guerra, pues
en ella persiste la eterna brevedad de una vida que se atreve a vivir, y dejar
su testimonio en estos poemas.
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