jueves, 8 de enero de 2015

POEMA "CREO EN DIOS" EN REVISTA PANÓPTICA

Poema del libro PRISMA (2.0.1.3 Editorial y Observatorio Editorial de Tijuana, 2014) publicado en la revista electrónica Panóptica de Guadalajara, México.


CREO EN DIOS

Reescritura a un poema de David Meza, en el capítulo Luis, dentro del libro El sueño de Visnu (2.0.1.2. Editorial)


Creo en Dios como la única palabra.

Creo en Dios al mirar mi reflejo en su espectro.

Creo en Dios al extremar el dolor.

Creo en Dios como la puerta magnánima y total.

Creo en Dios como un día cosido a la distancia.

Creo en Dios como la fuente natural de colores.

 Creo en Dios cuando la gente lo confunde con puritanismos.

 Creo en Dios cuando se arruga como una sábana.

Creo en Dios al brotar en un puñado de tierra.

Creo en Dios como la luna al respirar dormida.

Creo en Dios como los Arcoíris en la luz.

Creo en Dios sin las barbas y los dedos llenos de cuerdas.

Creo en Dios al triangular mi sueño con el bien y el mal.

 Creo en Dios y tengo los puños llenos de mar para probarlo.

Creo en Dios y se materializan mis rumbos en diagramas de claves.

Creo en Dios al alojarme en los rincones.

Creo en Dios junto a los gatos erizados de miedo.

Creo en Dios al mirar tristeza en el nudo de los ojos.

 Creo en Dios al desaparecer en los otros.

Creo en Dios al saber que cada autopsia deja una canción.

Creo en Dios cuando el éxtasis es una manera de anularnos, cuando las estrellas se parecen tanto a las células.

Creo en Dios como ese gran electrón. Como la fruta universal perfecta. Como el árbol de la posibilidad.

Creo en Dios al remar hacia los límites.

Creo en Dios al desvestirme de sombras religiosas, y nadar en el agua del tiempo, solo.

Creo en Dios como el navegante en el horror de la civilización.

Creo en Dios y sus palabras son las mismas palabras que me cosieron los labios.

Creo en Dios y he visto la sangre.

Creo en Dios y reptiles se retuercen el corazón.

Creo en Dios y la desesperanza es un veneno sobre las caras vacías.

Creo en Dios y la penumbra se impone.

Creo en Dios cuando los rayos de la noche se enredan al cabello.

Creo en Dios cuando el capullo florece en el rincón de la tierra.

Creo en Dios al desprenderme de mis fisuras de ser.

Creo en Dios cuando me como las heridas.

Creo en Dios cuando punza.

Creo en Dios cuando una mujer se desnuda en la brisa.

Creo en Dios como un pequeño volcán, a punto de expulsarmagma azul.

Creo en Dios cuando me pongo al filo de él, cuando estoy a su costado y me siento en el abismo, con la cruz hecha pedazos en su palma, y él sentado en la palma. Por eso creo en Dios cuando está enfermo, cuando la fiebre llena de gusanos la piel, despierto empapado en pesadillas, luna y mar como la fuerza de su tacto, ola de locura, escritura sobre la corporalidad.

Creo en Dios al abrir los ojos y buscar dentro de mi alma.

Creo en Dios al escucharlo en las hojas de los árboles.

Creo en Dios al distinguir su aroma entre los sexos.

Creo en Dios al estrujarlo como si fuera un puñado de sal.

Creo en Dios al probarlo en los huesos de los mangos.

Creo en Dios al intuirlo.

Creo en Dios al vaciar el mar y llenarlo de lágrimas.

Creo en Dios al construir un templo con una sola palabra.

Creo en Dios al aparecer en otro planeta con los pies descalzos.

Creo en Dios como en los soles de plata.

Creo en Dios desde el momento en que pude respirar.

Creo en Dios hasta el momento en que muera.

Creo en Dios hasta que muera de la muerte a algo que no es nacimiento.

Creo en Dios al escribir que moriré encima de un cometa hacia la estrella más cercana.

Creo en Dios y me gustaría tener la mirada de venado cuando vaya a morir, fija y absoluta hacia un horizonte magnífico.

Creo en Dios porque la selva se volvió de cristal, adentro quedaron árboles por millones de años.

Creo en Dios con las manos y los pies hacia el cielo.

Creo en Dios como la cascada rosa de la dicha.

Creo en Dios sin decir cuál es el lado de la moneda que prefiero.

Creo en Dios porque los caballos volaron al correr tan rápido.

Creo en Dios como el caparazón cree en la tortuga.

Creo en Dios al retorcerme como raíz en las piedras.

Creo en Dios al leer el código de la ternura espiritual.

Creo en Dios cuando la fe me hace preguntas.

Creo en Dios en los momentos más desesperados.

Creo en Dios y mi diálogo con él es tan silencioso que no existe.

Creo en Dios y estoy cantando que alguna vez hice mi casa con escombros de la última ciudad sagrada.

Creo en Dios porque atravesé los desiertos de asfalto solo, viendo las cicatrices abiertas en la tierra.

Creo en Dios porque vi el reflejo del Arcoíris en aceite.

 Creo en Dios al subirme a los barcos que me llevarán a mis recuerdos de niño.

Creo en Dios cuando hay lagartos en el camino, y tijeras para cortarlos de la angustia.

Creo en Dios al recordar los valles solitarios.

Creo en Dios al ver un niño junto al árbol de la eternidad.

Creo en Dios al tocar centellas en sus frutos.

Creo en Dios al entrar a la dimensión orgánica.

Creo en Dios cuando alumbra en el alma. Creo en Dios porque los rumbos me lo reiteraban de diferentes maneras.

Creo en Dios con las preguntas acumuladas en las uñas.

Creo en Dios y podría creer en los elefantes nómadas o las ballenas que nadan en mis sueños.

Creo en Dios al preguntarme dónde duermen esos gigantescos mamíferos, y no hay otro lugar más vasto que la mente.

Creo en Dios y me siento cansado de ver paisajes devastados.

Creo en Dios y me duele escuchar este llanto.

Creo en Dios al pincharme la lengua con agujas, y tratar de recordar ese idioma que aprenderé en el futuro.

Creo en Dios al saber que una parábola contiene el equilibrio del mundo.

Creo en Dios al santificarme los párpados con pétalos.


Creo en Dios al purificarme de toda palabra, de todo lenguaje, y de todo Dios.

JC

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