Poema del libro PRISMA (2.0.1.3 Editorial y Observatorio Editorial de Tijuana, 2014) publicado en la revista electrónica Panóptica de Guadalajara, México.
CREO EN DIOS
Reescritura a un poema de David Meza, en el
capítulo Luis, dentro del libro El sueño de Visnu (2.0.1.2. Editorial)
Creo en Dios como la única palabra.
Creo en Dios al mirar mi reflejo en su espectro.
Creo en Dios al extremar el dolor.
Creo en Dios como la puerta magnánima y total.
Creo en Dios como un día cosido a la distancia.
Creo en Dios como la fuente natural de colores.
Creo en Dios
cuando la gente lo confunde con puritanismos.
Creo en Dios
cuando se arruga como una sábana.
Creo en Dios al brotar en un puñado de tierra.
Creo en Dios como la luna al respirar dormida.
Creo en Dios como los Arcoíris en la luz.
Creo en Dios sin las barbas y los dedos llenos de
cuerdas.
Creo en Dios al triangular mi sueño con el bien y
el mal.
Creo en Dios
y tengo los puños llenos de mar para probarlo.
Creo en Dios y se materializan mis rumbos en
diagramas de claves.
Creo en Dios al alojarme en los rincones.
Creo en Dios junto a los gatos erizados de miedo.
Creo en Dios al mirar tristeza en el nudo de los
ojos.
Creo en Dios
al desaparecer en los otros.
Creo en Dios al saber que cada autopsia deja una
canción.
Creo en Dios cuando el éxtasis es una manera de
anularnos, cuando las estrellas se parecen tanto a las células.
Creo en Dios como ese gran electrón. Como la fruta
universal perfecta. Como el árbol de la posibilidad.
Creo en Dios al remar hacia los límites.
Creo en Dios al desvestirme de sombras religiosas,
y nadar en el agua del tiempo, solo.
Creo en Dios como el navegante en el horror de la
civilización.
Creo en Dios y sus palabras son las mismas palabras
que me cosieron los labios.
Creo en Dios y he visto la sangre.
Creo en Dios y reptiles se retuercen el corazón.
Creo en Dios y la desesperanza es un veneno sobre
las caras vacías.
Creo en Dios y la penumbra se impone.
Creo en Dios cuando los rayos de la noche se
enredan al cabello.
Creo en Dios cuando el capullo florece en el rincón
de la tierra.
Creo en Dios al desprenderme de mis fisuras de ser.
Creo en Dios cuando me como las heridas.
Creo en Dios cuando punza.
Creo en Dios cuando una mujer se desnuda en la
brisa.
Creo en Dios como un pequeño volcán, a punto de
expulsarmagma azul.
Creo en Dios cuando me pongo al filo de él, cuando
estoy a su costado y me siento en el abismo, con la cruz hecha pedazos en su
palma, y él sentado en la palma. Por eso creo en Dios cuando está enfermo,
cuando la fiebre llena de gusanos la piel, despierto empapado en pesadillas,
luna y mar como la fuerza de su tacto, ola de locura, escritura sobre la
corporalidad.
Creo en Dios al abrir los ojos y buscar dentro de
mi alma.
Creo en Dios al escucharlo en las hojas de los
árboles.
Creo en Dios al distinguir su aroma entre los
sexos.
Creo en Dios al estrujarlo como si fuera un puñado
de sal.
Creo en Dios al probarlo en los huesos de los
mangos.
Creo en Dios al intuirlo.
Creo en Dios al vaciar el mar y llenarlo de
lágrimas.
Creo en Dios al construir un templo con una sola
palabra.
Creo en Dios al aparecer en otro planeta con los
pies descalzos.
Creo en Dios como en los soles de plata.
Creo en Dios desde el momento en que pude respirar.
Creo en Dios hasta el momento en que muera.
Creo en Dios hasta que muera de la muerte a algo
que no es nacimiento.
Creo en Dios al escribir que moriré encima de un
cometa hacia la estrella más cercana.
Creo en Dios y me gustaría tener la mirada de
venado cuando vaya a morir, fija y absoluta hacia un horizonte magnífico.
Creo en Dios porque la selva se volvió de cristal,
adentro quedaron árboles por millones de años.
Creo en Dios con las manos y los pies hacia el
cielo.
Creo en Dios como la cascada rosa de la dicha.
Creo en Dios sin decir cuál es el lado de la moneda
que prefiero.
Creo en Dios porque los caballos volaron al correr
tan rápido.
Creo en Dios como el caparazón cree en la tortuga.
Creo en Dios al retorcerme como raíz en las
piedras.
Creo en Dios al leer el código de la ternura
espiritual.
Creo en Dios cuando la fe me hace preguntas.
Creo en Dios en los momentos más desesperados.
Creo en Dios y mi diálogo con él es tan silencioso
que no existe.
Creo en Dios y estoy cantando que alguna vez hice
mi casa con escombros de la última ciudad sagrada.
Creo en Dios porque atravesé los desiertos de
asfalto solo, viendo las cicatrices abiertas en la tierra.
Creo en Dios porque vi el reflejo del Arcoíris en
aceite.
Creo en Dios
al subirme a los barcos que me llevarán a mis recuerdos de niño.
Creo en Dios cuando hay lagartos en el camino, y
tijeras para cortarlos de la angustia.
Creo en Dios al recordar los valles solitarios.
Creo en Dios al ver un niño junto al árbol de la
eternidad.
Creo en Dios al tocar centellas en sus frutos.
Creo en Dios al entrar a la dimensión orgánica.
Creo en Dios cuando alumbra en el alma. Creo en
Dios porque los rumbos me lo reiteraban de diferentes maneras.
Creo en Dios con las preguntas acumuladas en las
uñas.
Creo en Dios y podría creer en los elefantes
nómadas o las ballenas que nadan en mis sueños.
Creo en Dios al preguntarme dónde duermen esos
gigantescos mamíferos, y no hay otro lugar más vasto que la mente.
Creo en Dios y me siento cansado de ver paisajes
devastados.
Creo en Dios y me duele escuchar este llanto.
Creo en Dios al pincharme la lengua con agujas, y
tratar de recordar ese idioma que aprenderé en el futuro.
Creo en Dios al saber que una parábola contiene el
equilibrio del mundo.
Creo en Dios al santificarme los párpados con
pétalos.
Creo en Dios al purificarme de toda
palabra, de todo lenguaje, y de todo Dios.
JC
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