miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cavilaciones mortuorias de Mauricio Ramos



por Jhonnatan Curiel

Muerto, difunto, fallecido, finado, fenecido, occiso; tantas maneras de referirse a la última consecuencia del humano, el resultado irreductible del estar vivo y al que llegaremos todos sin lugar a dudas, pues este fin, aun cuando trata de referirse a la muerte a través de múltiples denominaciones, fue, es y será, siempre el mismo.

Estirar la pata, colgar los tenis, entregar el equipo, torcer la última mueca; expresiones que utilizan el humorismo para ocultar mediante el lenguaje su miedo y extrañeza ante la verdadera materialidad de este acto, el comienzo de la putrefacción del cuerpo, la pesadez del cadáver proyectada hacia el otro. Ese que presencia lo profundamente inerte de lo que antes fue profundamente vital, y que más que acongojarse por el deceso de ese otro, mas bien lo perturba el hecho de su propia finitud, el inevitable advenimiento de ésta, la reconciliación con la tierra mediante la viscosidad desprendida, el desbaratarse de lo corpóreo hasta convertirse en nada más que polvo.

En el tercer capítulo de la Dialéctica Negativa, Adorno menciona que: “La integración de la muerte física en la cultura debería ser revocada teóricamente; pero no por mor de la muerte como pura esencia ontológica, sino por lo que expresa el hedor del cadáver contra el engaño de su transfiguración en restos mortales.” Pero, más adelante al referirse de nueva cuenta a la cuestión de la muerte el mismo autor expresa que: “Conforme va quedando menos vida, se acentúa para la conciencia la tentación de tomar por revelación del Absoluto los restos contados, sorprendentes que quedan de ella. Por otra parte, si nada prometiera algo trascendente a la vida, tampoco sería posible experimentar nada verdaderamente vivo.”

Dejando de lado la “revelación del Absoluto” pues como el mismo Adorno menciona “plenitud implica presunción”, y centrándose más bien en esos “restos contados” y en ese “algo trascendente a la vida”, Cavilaciones mortuorias de Mauricio Ramos es un libro que nace a partir del tema de la muerte y cuyo contenido, que pudiera considerarse un oximorón respecto a su origen, paradójicamente se escribe a partir del fallecimiento de “una de las personas más vitales y dionisiacas” que el autor ha conocido, tal y como lo expresa en la dedicatoria del libro dirigida al Mtro. Rubén Vizcaíno Valencia.

Los 10 ensayos que conforman esta obra, además de girar en torno al tema de la muerte, también ahondan en las implicaciones reflexivas derivadas de ella, tales como la inmortalidad, el ego, los ritos fúnebres, el suicidio, el arte, por sólo mencionar algunas. A su vez, los autores de los cuales parten estas Cavilaciones mortuorias (Asimov, Borges, Schopenhauer, Camus, Mishima, Wilde, entre otros) no poseen un contenido profético ni de certezas sobre el más allá, “no son oráculos orientadores sino la constatación de que todos padecemos de lo mismo” en palabras del propio autor, quien a su vez, menciona que: “Lo que nos dan no son respuestas, sino extrañezas y dudas hechas literatura. Son menos rectores espirituales que acompañantes en la finitud, menos maestros de la abnegación que seres con quién compartir coincidencias.” Bajo esta perspectiva, el lector no encontrará soluciones ni certezas de posteridad metafísicas acerca del fenómeno que representa la muerte, sino más bien inquietudes compartidas e interiorizadas por medio de la reflexión ensayística, acerca de nuestro irremediable abocamiento a convertirnos en cadáveres.

Para Fernández Tresguerres, en un ensayo publicado en Internet titulado De la muerte, menciona que “la muerte nos ocupa y, sobre todo, nos pre-ocupa. No al difunto en tanto que difunto, claro está, a quien ya no le ocupa ni le pre-ocupa nada; pero es seguro que antes del tránsito sí le pre-ocupó y tal vez le ocupó también.” Quiza debido a esta pre-ocupación mencionada por Tresguerres, el tema de la inmortalidad es recurrente en estas Cavilaciones morturias, donde dicho tema es abordado a partir del ego y sus obsesiones vanidosas por trascender. El primer ensayo de esta obra, titulado precisamente El ego y la muerte, hace alusión a ese intento por no morir depositando toda esperanza en la memoria de las nuevas generaciones, pues como lo refiere el autor, “a final de cuenta ellas ocuparán el espacio que nosotros dejaremos”. El tema de la inmortalidad se mostrará recurrente a lo largo del libro, los títulos y el contenido de los ensayos son claras muestras de ello, ya sea proyectado a través de la exageración de la personalidad para lograr establecer un recuerdo de nosotros o también como una posibilidad médica o tecnológica beneficiosa para la condición humana. Sea lo que sea, a lo largo de estos ensayos el autor vislumbra una especie de necesidad patológica de permanencia, que puede llegar al punto de manifestarse de manera frívola, un ejemplo de ello se le tendría que adjudicar a James Dean, quien en su afán de mantenerse en la memoria, no se turbó en decir que deseaba morirse joven para hacer un bello cadáver. Aún a este grado, el autor tiene razón al referir que: “A la hora de la supervivencia no hay moral que nos importe mucho.”

Como ya se ha mencionado, los diversos temas referidos a lo largo de esta obra, cuyo núcleo es la muerte, harán al lector reflexionar sobre su propia postura, o quizá más bien complicidad, respecto a nuestro inexorable acaecer y las medidas que hemos tomado o tomaremos frente a este. Cavilaciones mortuorias aún cuando se centra en este tema, es a final de cuentas un conjunto de reflexiones acerca de la vida misma, las cuales aunque de ninguna manera caen en el facilismo optimista de vivir la vida sólo porque es, invitan a reflexionar sobre la naturaleza efímera de ésta, ya que, aludiendo de nuevo a Fernández Tresguerres, la muerte en sí y por el hecho de su total desconocimiento, no encierra un misterio mayor del que pueda hallarse en una taza de café que se enfría, para él, lo verdaderamente sorprendente no es que uno se tenga que morir, sino el hecho de que se haya nacido.

Mauricio toma la cavilación sobre la muerte y la convierte en vida, ya que en sus propias palabras “preocuparse por la mortandad es una forma de mantener sana la vida, de darle vitalidad, de poner atención a un presente irrepetible, de manera intensa.” No es por nada que en una de sus reflexiones más acertadas mencione que: “Entender el mundo es sólo el primer paso; la mayor parte del camino consiste en digerirlo”.

2 comentarios:

  1. suena muy interesante este libro sobre la muerte....saludos desde Mazatlán!!

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  2. Me gusta que algunos filósofos esté optando por la literatura para entender el mundo, buen libro, felicidades.

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