Aliarse en colectivo, construir la
individualidad: suena fantástico; pero después se aprende que lo colectivo es
una elipsis afuera de la individualidad. No todo lo que buscamos está en los
otros. Es inevitable volver los ojos al origen. Apagarlos, estar solos, habitar
la oscuridad inicial, esas tinieblas donde estamos conectados a distancia,
compartimos la conciencia del abismo y a mayor soledad se llena más de luz
nuestra mirada. La decisión de la mayoría será la forma que tome la vida, pero
esta decisión no es un acto fantasma, por primera vez tiene un efecto nacional
y físico, estos días son los tatuajes que pintamos en la realidad, son el
esténcil sobre las páginas de la historia oficial, señal pirata de mensajes
contrainformativos, live streaming,
correos electrónicos llenos de claves para intervenir al mundo. La institución
amorfa de lo social es volcada, lo salvaje de la opinión pública toma su curso,
las sesiones de congreso virtual florecen, interminables tribunas en las redes
sociales, mapas sociales, telarañas sociales, rumbos sociales, demonios
sociales, sociales, sociales, sociales… Estamos ante la paradoja de movernos,
pero la idiosincracia pesa como una placa tectónica, no hay manera de saber cómo
será nuestro sismo, qué escala tendrá, cuánta magnitud.
Anarquistas, revolucionarios, demócratas,
liberales, derechistas e izquierdistas en su torpe danza de poder. El país como
la gran costilla quebrada del continente, caras como cárceles, pantallas cada
vez más chicas, casas que parecen cubículos, el aliento y el corazón encerrados
en tumbas más grandes que las viviendas. Cada vez se va tornando más real la
prisión, la arquitectura es diseñada para disfrazar nuestra celda. Delirio del
rectángulo, altos muros, murallas grises, gigantes paredones. Prefiero ver
edificios circulares y puentes ovalados, escuelas como la silueta de los
grandes sauces. Menos iglesias y más parques para expandir el espíritu. Algo
que contraste con la epidemia rectangular. La conciencia está hecha de líneas y
curvas también, la geometría es (ele)mental. Hay otra posibilidad de figurar al
pensamiento, nos busca entre pasillos demasiado estrechos, quizá es el ángel de
los ángulos, volando sin noción de bóveda, a veces se alcanza a ver la altura a
la que asciende, y la mirada se abre por primera vez, somos semejantes pero no
iguales, la igualdad es el espejo quebrado de la moral, somos únicos y la
unicidad es lo que une.
Hoy estamos en la dimensión de lo crítico. Las
ciudades claman rabia y la transición es tan lenta como un pesado elefante. Y
podría ser de otra manera, claro que podría ser de otra manera. Podría tomar el
tumulto radical, la brutalidad desatada, pero cómo evitar que los animales se
despedacen hasta arrancarse los hijos, la muerte siembra la muerte. Por eso el
cambio de rumbo será pacífico. La verdadera revolución será un acto poético que
contiene la justa medida de violencia, no hace falta más. A todo líder se le
escapa de las manos la revolución como pájaro que debe partir. Y no es que sean
torpes los líderes, sino que más que libertad seduce el método, la lógica, la
matemática de la mente, el modo financiero con el que se entiende a la vida.
Consumo dobla criterio. El poder enceguece. Toda ideología deviene religión. Cómo
salir de la inercia de cifras y códigos, cómo superar la materialidad del
concepto, cómo revalorar al valor. El dinero es la mejor excusa para
aniquilarnos. Estamos demasiado endeudados con el mundo, debemos recibos,
tarjetas de crédito. Estamos enganchados a los bancos. Estamos demasiado acostumbrados
a la bolsa de valores, las guerras, las hambrunas. Estamos demasiado próximos a
los traidores que someten a la mayoría. Porque sí hay mentes que piensan el
mundo como su campo de juego. Hay mentes que depredan con el hambre, las
enfermedades, la carencia, la culpa, la ignorancia.
Tú no eres mejor ni peor que los otros. Tu estructura
mental no es diferente en su capacidad. Las partículas son iguales, el número
de permutaciones que hacen tus neuronas es idéntico a los demás. Lo esencial es
distinguirlo: La metamorfosis del humano requiere de la educación. La requiere para
darse forma por dentro, in-formarse es educarse, y no es la educación del
competidor ni el tranza, esa mirada ventajosa que mira a sus semejantes como
obstáculos. No es la educación de calificaciones y dictados, sino una educación
que alumbre la lucidez. Que forme humanos y no títulos. Toda la ciudad como un
campus universitario. Calles como salones, edificios como bibliotecas o
laboratorios para investigar la materia y el espíritu. Y sé que estoy soñando,
sé que esto no podría ocurrir tan pronto como quiero, pero si no me dedico a
construir el mundo ahora, cómo podré cosechar la gracia de haber vivido.
No todo fue bueno, pero también lo agradezco.
Cada perjuicio me cambió. Pero ya basta de la ruina. Nunca me acostumbraré a la
ruina. Por eso la creación del mundo es también una creación poética, es el
ingrediente que infecta la mesa de la “estabilidad”, el arrebato que sacude los
sueños, y seca esa baba tan espesa que es la esperanza. El hombre y la mujer construyen
la pirámide de su ser. De su geometría son responsables. La forma de su ética es
el camino de nervios que deciden. Cada persona como un mapa natural, las venas
son las rutas donde corre la vida.
Vale más no acompañar a las personas por el
rumbo que deben tomar, dar pocos consejos, cada quien decide el momento de su viaje.
Ofrecer alternativas donde persiste la inercia, pero no aferrarse a ser
extirpador de rutinas. Cada persona decide cómo aliarse y cuándo aliarse, y si
no lo hacen los dominará su parálisis, la abulia les crecerá como una bolsa en
la papada, y otros más astutos secuestrarán su rumbo. Es sano librarse de los gurús
que más te gusten, olvidarte de los líderes. Arrancar el reflejo de su falsa
similitud. Idealizar como un modo de respirar, no de intoxicar. Dejemos a los
fanáticos en la comodidad de su ceguera. Porque uno aprende a ver el horizonte
de cada persona y el aura que lo rodea dice más que sus palabras.
Abro la ventana en el atardecer, echo a volar
el cuerpo hacia el futuro, lo miro alejarse desde aquí, desnudo y tranquilo, en
la dimensión de la calma, el cuerpo volverá al agotarse, me dirá que hay
trabajo por hacer todavía. Y le diré que lo sé, estoy mirando, me siento
confundido por los espectros de la noche, lo sonámbulo de mis semejantes, no
soy nadie para forzarles que despierten de su sueño.
No me afligiré si mi esfuerzo no logra lo que
espera, solo será diferente, me pondré triste cuando no haya tenido el valor de
realizarlo, porque nada es en vano, todos vamos soltando semillas sin saberlo y
de repente hay árboles, jardines, selvas, grandes extensiones de corales. El
desierto permanece y nutre sus tripas de humedad. Aunque tantos sientan sed,
pocos se atreverán a buscar agua. Cada persona sabe cuándo decidir. Nadie es
pastor ni guardador de rebaños. No somos víboras para arrastrarnos en el fango
nacional. Estamos sembrando la nueva subjetividad de la especie, se hacen
pactos de miradas entre las personas. La poética política si existe es una contrapolítica,
es un acto negativo de creación, no provoca transformaciones sino metamorfosis,
cada semilla de su libertad tiene la fuerza de alcanzar el cielo individual que
somos. Por eso estamos frente al sol de la época con el corazón abierto, esperando
que en la mente se abran los nuevos capullos, al ser tocados por la luz del
amanecer.
Jhonnatan Curiel
27 de junio de 2012
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