miércoles, 8 de junio de 2011

La inutilidad de las ideologías encarnadas



El próximo 10 de Junio se firmará en Ciudad Juárez un pacto de más de 40 000 razones implícitas por las que se ha transformando este país. La situación que ahora se presenta es cómo interligar una fuerza fragmentada entre los diferentes intereses e ideologías que promueven un cambio de paradigma social, pero que continúan con las mismas manías selectivas y prejuicios acerca de quien no piensa como ellos. Ideologías políticas encarnadas en un fanatismo cuasireligioso que más que avanzar hacia un consenso de la mayoría se encierra en círculos discursivos de autocomplacencia y delirio.

Cuánta labor es necesaria para dejar en claro el hecho de que no todos vamos a pensar y actuar igual. De nada sirve obstinarse en imponer una manera parcial de ver el mundo porque las causas sociales, como las experiencias donde se originaron, siempre serán diferentes. Al tratar de imponer una postura política ideológica sobre causas sociales que difieren de ella, se anula cualquier posibilidad para establecer un diálogo crítico, que brinde frutos en el pensamiento plural y no mantenga caprichos como principal fundamento.

La historia ha demostrado que no hay sistemas divinamente científicos que posean una vieja solución para nuevas contingencias. Las nuevas problemáticas sociales requieren repensar y re-accionar la manera de afrontarlas, sin dejar de lado el aprendizaje adquirido históricamente. Hay capacidad de hacerlo, pero se carece de voluntad y autocrítica para aplicarlo. Por sentido común, se debe aceptar la pluralidad de opiniones al momento de afirmar una consigna. Una vez teniendo en claro el hecho de la diversidad de opiniones, posturas y fines, un punto de partida probable es preguntarse cuáles son las consignas que favorezcan la cohesión social y no su distanciamiento, o también, qué tanto estamos dispuestos a ceder en nuestra postura a fin de lograr un acuerdo general para la solución de problemas específicos, sin que esto signifique traicionar nuestra palabra. El seguir una convicción de bien común para la mayoría, no se parece en nada a los  caprichos de dogmas ideológicos. Éstos últimos creen poseer la llave maestra para lograr una transformación social, pero a falta de cerradura traten de insertar la llave en la puerta que consideren más oportuna. Es una llave oportunista.

Es obvio que el diálogo se da sólo entre aquellos capaces de escuchar sin someter a censura, ni filtros morales o prejuicios una postura ajena a la suya; no hablo únicamente desde la dimensión de diálogo entre el Estado y el ciudadano, sino desde la horizontalidad comunicativa entre un ciudadano y otro. Es válido cuestionar el silencio indiferente de las instituciones gubernamentales pero sería ingenuo dejar de lado la conveniente auto-ceguera del ciudadano ante una postura que no comparte y rechaza sin más.  El mismo modelo autoritario y retrógrada que emplean algunas instituciones hacia los ciudadanos que dicen representar, es repetido en la vida cotidiana por los ciudadanos mismos; esto es, se exige una transformación de afuera hacia adentro, pero conservando modelos que resulten convenientes a sus propios fines y propósitos.

Continuar en la lógica de “si no estás conmigo estás contra mí” ha contribuido a la polarización de objetivos supuestamente diferentes pero que muchas veces provienen de la misma raíz de bien común. La imposición de esquemas determinados en problemáticas complejas lo único que promueve es un dogmatismo obsesivo que intenta eliminar o hacer de lado aquello que amenace su estructura de funcionamiento inflexible. Los dogmas ideológicos son los motivos que nos han traído hasta las problemáticas donde estamos ahora, y aún teniendo este conocimiento, hay quienes los siguen esgrimiendo, convenientemente disfrazados de jergas revolucionarias, no tanto para la transformación de las diferentes esferas de la vida pública, sino para la manipulación del descontento a su antojo y conveniencia.

Considero un retroceso hacer frente a las actuales condiciones sociales del país haciendo uso de discursos ideológicos anacrónicos que bien pueden detallar y identificar elementos sobre los efectos negativos del sistema económico u ofrecer otros modelos éticos, pero son ajenos al entendimiento de un contexto plural que ha rebasado por mucho la visión maniqueísta de opresores y oprimidos, víctimas y victimarios, etcétera.  De la misma manera, conocer las motivaciones que llevan a continuar utilizando esos discursos contribuiría a un mejor entendimiento de cuál es el punto de intersección para lograr un acuerdo en común mediante el diálogo crítico.

Afortunadamente, al margen de las preferencias político ideológicas de unos cuantos, la propia atrocidad de las circunstancias sociales ha generado una iniciativa de consenso a través del llamado Pacto Nacional por la Paz, premisa de vida que nos reúne a todas y todos indistintamente de preferencias políticas. Una razón implícita en este movimiento es la integridad del cuerpo primero, la puesta en común no es el plan metodológico, si no la conciencia que permite crear dicho plan.  Es por esto que el diálogo que busca enlazarse y no tanto diferenciarse es el único que rendirá frutos en este despertar de voluntad que se siente y se ve. Buscar puntos donde coincidamos es crucial y solo se establecerán a través de la dimensión del diálogo, que ya es en sí una acción.

Saber dialogar, aunque se escucha fácil no lo es, y mucho menos entre aquellas personas que tiende a interpretar como ataques o insultos la crítica constructiva, inocente confusión o alevoso artificio para negar aquello que no les conviene o no logran rebatir. El oportunismo de unos cuántos no logrará apropiarse de una causa que pertenece a todos. El acuerdo del próximo 10 de Junio tendrá como puntos centrales el pacto por una vida digna que merecemos todas y todos, la caravana está por llegar a su destino pero no a su final.  Lo quieran o no, desde el 2006 a la fecha a comenzado una transformación en el país que ha mostrado lo peor de nosotros, pero también ha revelado todas las virtudes que tenemos para salir adelante del atolladero cultural en el que nos encontramos. Se requiere pensar con inteligencia y accionar con voluntad a fin de continuar esta labor de transformación que ya ha iniciado. Sigamos adelante en esa marcha individual que todos hemos emprendido.

Jhonnatan Curiel

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