viernes, 23 de octubre de 2009

Temprano albor del comenzar

(Discurso de generación en el acto académico. Lic. en Comunicación)


Jhonnatan Curiel

Teatro Rubén Vizcaíno Valencia, UABC, Tijuana


16 de Octubre de 2009

A mi familia y seres queridos



“Oh temprano albor del comenzar

oh soplo del viento

que viene de nuevas costas”


Estas palabras aparecen en una obra del poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht titulada Galileo Galilei y en ellas se resume el espíritu de un cambio de época, anuncian un porvenir donde la ciencia y el conocimiento pondrán en tela de juicio los dogmas religiosos e intelectuales de su tiempo con el impulso de iniciar una necesaria autoevaluación del pensamiento científico y la conciencia humana. Me pareció adecuado iniciar con estos versos pues aún cuando la circunstancia histórica donde se declamaron pareciera lejana, la fuerza contenida en ellos emana de nueva cuenta cada vez que son pronunciados. Por esa misma energía que proyectan decidí incluirlos en este día tan significativo, día en que egresamos de la Universidad Autónoma de Baja California, filósofos, historiadores, literatos, sociólogos y comunicólogos, día culmine después de años de estudio y vivencias inolvidables en nuestra casa de estudios.

“Oh temprano albor del comenzar” en nosotros, compañeros y compañeras de generación. “Oh soplo del viento” en esta vida que sentimos venir a cada instante y que ahora nos toca con la suave brisa de nuestros logros, el fruto de nuestro esfuerzo y dedicación, el admirable afán de paso a paso y semestre a semestre ir construyendo nuestro propio camino. Esta satisfacción que sentimos “viene de nuevas costas” efectivamente, pero son costas interiores, costas en nosotros que nos anuncian con expectativa lo que nos depara, los suaves y bruscos oleajes de nuestra realidad, la fuerza y la calma de una marea que nos hace seguir y regresar, seguir y regresar por esas costas donde se siente venir a la vida y cada ola es experiencia, momento, decisión, cada ola es un aprendizaje que humedece nuestra memoria y deja en ella un movimiento de espumas que surgen y desaparecen como los recuerdos mismos.

“Oh temprano albor del comenzar” compañeros y compañeras, profesores, amigos y familiares. La extrañeza de un camino que se creía terminado pero apenas inicia, como los primeros rayos de un amanecer que dibuja las sendas que decidiremos tomar. Porque este día antes que ser una graduación es la inauguración de una conciencia profesionista, una profunda responsabilidad con nuestro entorno y su necesaria transformación ética y cultural. Durante todo este recorrido aprendimos que en los aportes realizados, por más mínimos que fueran, encontramos la dicha de reinventar la realidad que nos rodea; y que en lo que quisimos hacer y no llevamos a cabo se distingue el anhelo trunco de nuestras pasiones. Ahora que los tiempos se precipitan en intensidades sociales no podemos darnos el falso lujo de creernos graduados por fuera, pero no saberlo por dentro. Graduarse por fuera con calificaciones, certificados, semestres y requisitos cumplidos, o, graduarnos por dentro al sentir y aprehender ese cambio de conciencia que brinda la preparación y se complementa con el pleno ejercicio de nuestra humanidad. No para oprimir con el conocimiento adquirido a los otros, nuestros semejantes, ni para caer en el juego cruel y soberbio de las competencias donde vergonzosamente se legitima la estúpida idea de los cangrejos que no se permiten salir de la cubeta. No para utilizar este logro como una ostentosa medalla de plástico, con el título de licenciado, sólo para engrandecerse ante el otro y olvidar por completo que ese gesto más bien habla de lo pequeño nos sentimos. Graduarse por dentro es asimilar un compromiso primero individual y luego colectivo respecto a nuestro espacio de vida. Graduarse por dentro es compartir lo que nosotros sabemos y valorar la labor de aquéllos que nos brindaron ese conocimiento. Graduarse por dentro también es ser lo suficientemente inteligente para aceptar la propia ignorancia y no utilizarla como una justificación para deslindarse de problemas. Graduarse por dentro es aceptar nuestra condición cambiante, la autodiferencia implícita en cada uno de nosotros, sin olvidarnos o hacernos ciegos de la diferencia y propia unicidad en el otro. Es más sencillo graduarse por fuera que por dentro desde luego. Pero en esta decisión está la ética que poseemos, nuestro carácter y nuestro cúmulo de virtudes.

“Oh soplo del viento”. Este aire de época que comienza a cambiar. Este veneno social y gubernamental que se respira y se enfrenta al aroma de unas mejores condiciones de vida más justas y dignas. Hay un olor a incertidumbre. La militarización del país y la búsqueda del gobierno federal para que sean socialmente aceptados los valores marciales dan una prueba de este amargo olor. Los abusos a los derechos humanos entre los que se distinguen torturas, desapariciones, asesinatos, intimidaciones, violaciones, extorsiones y un largo y doloroso etcétera reafirman este olor que pasa de ser amargo a fétido. Se percibe el hedor del fascismo. La corrupción que pervive en las instituciones gubernamentales donde funcionarios se benefician del mercado del narcotráfico hacen del aparato institucional de gobierno un enorme y pestilente tambo de desperdicios, altamente burocratizado, con salarios de primera para funcionarios de quinta, con la negativa de aplicar una limpieza de fondo al corrupto malestar que gangrena toda esperanza de bienestar social. Hoy sabemos con hechos que la llamada guerra contra el narcotráfico es una guerra del gobierno contra el gobierno, de intereses contra intereses. Hoy sabemos también que la problemática de las drogas no sólo es una cuestión de seguridad pública sino de salud pública también. Hoy sabemos con certeza la necesidad de revalorar el campo de las Humanidades ante el rechazo del gobierno federal para impulsar un desarrollo cultural digno para todos las y los ciudadanos en México. Los recortes presupuestales a universidades, museos, proyectos culturales y de desarrollo artístico, así como la demeritación de la filosofía en los programas de estudio y la bajísima calidad educativa son factores que sientan las bases para mantener a la sociedad en un estado mediocre y subdesarrollado. Un Estado donde se elitiza la educación y se celebra la ignorancia generalizada. Un Estado industrial donde la calidad de vida se fija en términos de beneficio económico a terceros. Un Estado en donde políticos han tornado en eslogans las palabras Cultura, Libertad, Democracia, Igualdad, Justicia.

Hoy más que nunca las Humanidades deben dar un gran respiro de aliento ante las circunstancias en que vivimos. Salir del letargo pesimista que se ha vuelto el síntoma depresivo de generación en generación. Las Humanidades son la médula en este tiempo de superficialidades. Filósofos, historiadores, literatos, sociólogos, comunicólogos y ciudadanos en general, la tarea que nos espera es larga pero necesaria. El cinismo con el que asimilamos nuestra lamentable situación habla de una burla hacia nosotros mismos. La cruel intensidad del lugar donde vivimos se nos aproxima día con día en cada ejecución, cada secuestro, cada acto impune. Nuestra realidad exige que la volteemos a ver. A reflejarnos en ella. Ha llegado el tiempo de decidir que soplo de viento queremos para nuestra vida, el pútrido o el esencial.

Cambio. El cambio “viene de nuevas costas”. Ya esta aquí para muchos, desnudo y evidente. Otros deciden velarlo todavía, fantasearlo como una cosa exterior, pero el cambio esta presente y se siente como escuchar el rumor del oleaje en una costa cercana. El cambio es esa costa interior que nos invita a vivir las continuas olas de la experiencia. El cambio es un movimiento de conciencia tal y como sucede ahora que nos sabemos profesionistas. El cambio, ante todo, es una apuesta de voluntad, ética que define quiénes somos, seremos y hemos sido. Y sólo nosotros como ciudadanos somos los únicos que podemos decidir si nos mantenemos en el depresivo estado de la sociedad promedio, aceptando la impunidad como una consecuencia inamovible, dejándonos llevar hasta volvernos espectadores de la ruina, o si más bien proponemos una nueva actitud ante este panorama. Una actitud que se ubique en el presente antes que estancarse en un neurótico pasado y un angustioso futuro. Una actitud que se atreva a verse a sí misma para iniciar esa indispensable autoevaluación y proyectarla hacia fuera. Una actitud que se reconcilie con su energía y se atreva a decir que No queremos vivir en un gobierno donde se privilegia la desigualdad y se violan de manera sistemática los derechos humanos. No queremos vivir en un gobierno que miente de manera constante para ocultar el espectro de su incompetencia. No queremos vivir en un gobierno que criminaliza a sus ciudadanos y utiliza discursos románticos como una vil estrategia de convencimiento. No queremos vivir bajo un gobierno que promueve el fascismo y cuyos atisbos se remarcan hasta el límite. No queremos tampoco vivir en una sociedad que acepta esta penosa circunstancia y decide mejor voltear a ver su billetera, cuenta de banco, celular y demás posesiones para consolarse así mismo y pasar por encima de los cadáveres asesinados. No queremos vivir en una juventud que se ha creído la falsa esperanza del porvenir y no se da cuenta que antes de ser los jóvenes del futuro somos los jóvenes del presente, este presente. No queremos tampoco educarnos en universidades intolerantes con sus docentes y restrictivas en el estudio de lo que ideológicamente no es aceptado. No queremos más maestros de dictar y apuntar o derrochadores de conocimiento que más que alimentar a los estudiantes los inflan como globos ególatras. Queremos la realización plena del hombre pero no como eslogan universitario sino como profunda asimilación humana. Queremos que se entienda que la realización plena del hombre está directamente relacionada con la aceptación plena del hombre sin distinguir entre género, raza, credo, estatus o ideología. Queremos libertad, dignidad, igualdad, justicia. Compañeros y compañeras de generación, maestros, familiares y amigos, las nuevas costas que vienen ya están en nosotros. Permitámonos llegar a ellas. Permitámonos que nos mojen la vida. Esta época es vital para las Humanidades y para todos. Tenemos la fuerza pero hace falta decidir la actitud de cada uno de nosotros frente a esta transición.

“Oh temprano albor del comenzar,

oh soplo del viento

que viene de nuevas costas”

Te recibo con los brazos abiertos y percibo tu calor, tu cálida brisa, tus intensos rumores de cambio. Siento venir el aliento de nuestra actualidad y cómo nos aproxima a una determinante exhalación de la conciencia. Siento el estremecerse de las estructuras y distingo las grietas en aparatos gubernamentales disfuncionales y caducos. Siento que algo está por revelarse porque se anuncia en el lenguaje extremo de los hechos. Un asombro de terrible belleza se mantiene latente y nos aguarda. Una emoción que palpita va levitando por la atmósfera y se confunde con nuestra realidad. Esta vibrante sensación se vivifica y me hace abrir los ojos hacia adentro donde logro verme al reconocer a mi prójimo, al saberlo tan contradictorio y cambiante como yo, logro verme al reflejarme en ellos y comprendo que compartimos el malestar de la muerte que siempre será una reafirmación urgente de la vida. Logro reconocerme al reconocerlos a ustedes y sé que en el fondo se intensifica este hondo presentimiento social.

“Oh temprano albor del comenzar” el de encontrarse en el límite e iniciar en él

“oh soplo del viento” que traes el aliento del cambio y brindas respiro entre la asfixia

oh susurro de un oleaje “que viene de nuevas costas” y poco a poco se va acercando a nuestro espíritu para acariciarlo

te recibimos en esta adversidad porque de ti emana la fuerza

y en nosotros se despierta a su ritmo

la necesaria voluntad de nuestra época.

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