martes, 17 de mayo de 2011

La ventana y el umbral. Delirios de un condenado


Por Jhonnatan Curiel



El libro La ventana y el umbral de Armando Vega Gil, publicado en 2010 por Rhythm & Books, es una obra poética narrativa con ilustraciones de Sergio Arau y con un prólogo-canción (el libro incluye un cd) de Francisko Barrios El Mastuerzo, todos miembros de la banda de rock mexicana Botellita de Jeréz. En el reverso del libro se describe a esta obra como un delirio alcohólico-poético escrito por el autor, por lo que retomaré la noción del delirio en la escritura poética, y la manera en que se adentra a esa difusa región entre la realidad y lo imaginario, similar a los efectos del alcohol en el cuerpo, los cuales también es posible experimentarlos a través de la escritura poética delirante. Posteriormente, haré algunos comentarios acerca del título y la trama en esta obra, para finalizar con una breve reflexión.



La ventana y el umbral, una propuesta multidisciplinaria



De entrada cabe destacar a este libro con una propuesta multidisciplinaria en la que la palabra (de Armando), la imagen (De Sergio) y la música (de Francisko) son elementos que se relacionan entre sí para dar un sentido en común al relato poético desarrollado por el autor. La palabra poética es la que atrae tanto a la imagen como a la música para hablar del conjunto de emociones descritas, pero a partir de diferentes experiencias creativas; como una pared con tres ventanas hacia un mismo horizonte, así la canción del prólogo da pie a la palabra poética, ésta al conjunto de ilustraciones que acompañan al poema y articulan este singular delirio poético narrativo titulado La ventana y el umbral.



Narrativa caleidoscópica. Una invitación a delirar



La trama de esta historia es difícil de situar de manera convencional, ya que se encuentra entrelazada por la voz del delirio poético, entendido este último como una narrativa caleidoscópica en la que una serie de eventos y descripciones se superponen y pareciera que la historia no posee una unidad coherente y cronológica; pero al contrario, en la voz delirante, por absurdo que suene, hay una coherencia implícita sujeta a sus propias reglas en la que es posible captar, no tanto por la lógica sino a través de la emoción sensible mantenida en el lenguaje, el sentido continuo de las emociones descritas. En todo caso, si no hay un desarrollo cronológico evidente, sí lo hay en la dimensión del delirio que juega con las posibilidades del tiempo y las subvierte a su antojo. De la misma manera, los temas o el conjunto de emociones por las que se delira (amor, rencor, anhelos, desdén, incertidumbre, memoria, fantasías, entre otros)  son los ejes que atraviesan las páginas y van conectando el sentido de la historia como si fueran los trazos de colores o figuras geométricas que unen el todo del caleidoscopio. En resumen, el delirio poético es logrado a través de una narrativa caleidoscópica que va hilando la historia mediante rayos de luz que iluminan y se apagan súbitamente, haciendo que el lector se encuentre en una zona intermedia entre la luz y oscuridad del significado descrito. Una ventana y un umbral en cada página, una ventana y un umbral en cada verso. El o la lectora encontrará que para ir asimilando el sentido de una historia poética delirante, de la misma manera será necesaria una lectura poética delirante de la historia, realizando inevitables interpretaciones y haciendo suyas el conjunto de emociones descritas, para sentirse parte de la atmósfera plasmada en el libro. Situarse en la ventana y el umbral que todos llevamos dentro, para saltar desde ahí.



La ventana y el umbral son la misma cosa



La historia poetizada en La ventana y el umbral nos habla de un personaje que llamaré Condenado, quien vive en la reclusión de su apartamento acosado por recuerdos que no dejan de perturbar su memoria y le producen sufrimiento. En la historia también aparecen como personajes Ella, el niño y el viejo. Figuras satelitales que se mezclan con el delirio de Condenado. El denso y lúgubre entorno de su apartamento, va en sintonía con las expresiones de dolor y nostalgia expresadas por él, quien delira angustiado entre el amor, el sueño y la muerte en un ambiente de sofocamiento comparable a la sensación del encierro. En efecto, tal como lo menciona uno de los epígrafes iniciales del libro, el condenado y la cárcel son elementos duales que aparecerán de manera recurrente en la historia. Cito: “Para el condenado la ventana y el umbral son la misma cosa, por ésta espía la muerte, por aquélla aguarda el infierno”. Es así que el apartamento del condenado tomará la forma de celda y la ciudad es la cárcel, o también la cama del condenado representa la celda y sus sueños y recuerdos se vuelven la verdadera prisión; en estos y otros casos, la ventana y el umbral se vuelven las vías de acceso hacia un más allá, no siempre favorable, pero sí una dimensión distinta desde la que brota el delirio. Bajo esta lógica, la ventana y el umbral son la única salida disponible, la sola opción que existe para afrontar tanta angustia. Una ventana hacia dónde ver y un umbral en qué caer. Los recuerdos como ventanas y el paisaje atroz que llegan a ser algunos umbrales de la memoria. Es entonces que el hecho de que la ventana y el umbral sean la única salida disponible, no para eliminar la angustia del encierro sino tan sólo para lograr un respiro entre tanta asfixia, un aliento de muerte en todo caso, es por lo que estos dos elementos también llevan implícito el significado simbólico del condenado y la prisión. La ventana y el umbral también son la celda y la prisión. La ventana y el umbral también son el condenado y su celda. La ventana y el umbral son la represión y tu deseo. La ventana y el umbral son la liberación y tu muerte. Proyecciones simbólicas, un significado dentro de otro significado aparentemente vacuo como un ojo tuerto. El delirio descubriendo las formas de su locura como si buscara al interior de muñecas rusas. Las aristas demenciales, en las que el vértigo y la sensación de mareo se van apoderando de la trama. Llega a su efecto culmine la narrativa alcoholizada. El delirio poético cumple su propósito desorientador al tiempo que da las bases para su revelación. La ventana y el umbral entonces se vuelven símbolos interiores, como saltos espirituales a dar, para escaparnos de esa asimilada prisión y alcanzar la libertad anhelada, aunque sea por el camino de la muerte, esa experiencia donde ya jamás habrá silencio, porque es ahí donde se escucha terrible la voz de la nada.

Presentación leída el 16 de Mayo de 2011 en la 29 Feria del libro de Tijuana.

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