Ahora que nos encontramos en una época tan difícil, donde las problemáticas sociales se precipitan a su colapso y los discursos políticos se entremezclan entre lo conservador y lo radical, balanceándose a su antojo.
Ahora que las circunstancias nos agobian y nos producen malestares de existencia ante un entorno de vida que se devora a sí mismo.
Ahora que la mayoría de personas se anestesian y lentamente se integran a la maquinaria que dicen repudiar.
Ahora que el dinero se contrae como un cáncer que infectó todo el sistema social y se volvió (para tantos) la única finalidad en la vida.
Ahora que las inercias morales se van heredando y hacen del delirio su caparazón de fanatismo.
Ahora que sucede todo esto alrededor, no quiero quedarme contemplando la repetición de lo mismo tan sólo porque se ha hecho así siempre.
No busco aferrarme a que las ideas permanezcan detenidas únicamente en su utilidad política.
De qué me sirve proyectar mi rencor irresoluto ante aquello que simbólicamente lo representa, es como si tratara de tocar un árbol poniendo mi mano en su sombra.
A veces miro a mis semejantes tan aturdidos como yo ante tanta complejidad, y luego nos vemos a los ojos para sellar un pacto de vida que nos enlaza como una cuerda transparente.
Entiendo que somos diferentes y nuestras experiencias son tan distintas que es imposible relacionarlas todas, pero ¿acaso no tenemos la capacidad de crear nuevas experiencias donde las voluntades se reúnan?
¿Por qué en vez de diferenciarnos más unos de otros intelectualmente, no buscamos potenciar la propia intelectualidad para establecer premisas donde confluya la mayoría?
¿Por qué continuar siguiendo tendencias de pensamiento selectivas y reduccionistas?
Cuando se pretende encerrar el debate dimensión política de las diferencias se vuelve enajenante, intenta conceptualizar sus enredos con discursos plagados de clichés y propaganda, pero siempre fracasa.
Cómo provocar una red de voluntades que aún cuando no todos piensen igual, sean capaces de coincidir al menos en la dignidad de la vida. Una de las premisas que nos mueven.
Cómo generar un vínculo sin prejuicios sobre el otro, si vivimos en un sistema social que funciona por categorías y segmentos donde es más fácil juzgar que conocer.
De qué manera compartir una causa sin que alguien o algunos se apropien de ella.
Dónde queda la apertura a la crítica para el crecimiento.
Acaso se han trazado barreras delimitadas para que no se escape la “esencia” del ideal, sin saber que esto lo asfixia.
La historia ha demostrado que nadie tiene la razón absoluta en la práctica de un sistema político y económico, porque la variabilidad de circunstancias y pensamientos no se puede constreñir a un programa establecido de antemano.
Hablamos de una transformación integral pero conservando las mismas manías que nos llevaron a la ruina.
Nos quejamos de las injusticias y nosotros mismos las cometemos.
Hablamos de inclusividad pero luego censuramos.
Decimos algo y hacemos lo contrario, este es el nivel de contradicción a aceptar. Este también es nuestro reto.
Odio, resentimiento, venganza y más muerte, son las versiones retrógradas de la justicia. Paternalismos brutales que nos traído hasta donde estamos ahora.
Ante la incapacidad de plasmar una reflexión coherente, hay personas que recurren a la difamación como recurso legitimador de sus propias mentiras.
La invención de etiquetas y prejuicios para menospreciar son utilizados por personas insatisfechas que intenten crear una insatisfacción en los demás para que se iguale a la suya.
De nada sirve que hayas leído y comentado múltiples teorías sociales y jergas filosóficas porque el nivel de insidia que generas para afectar a alguien se mantiene en el mismo nivel.
Aún cuando algunas personas tengan una formación universitaria y se dediquen a la docencia siguen manteniendo patrones de conducta a veces mediocres, a veces autoritarios.
La gente tiende a confundir su razón con su capricho.
Buscamos cambiar la indiferencia de las instituciones gubernamentales pero seguimos el mismo protocolo de censura que aprendimos de ellas. Ignoramos la crítica, simulamos como si no estuviera ahí, como si nadie la hubiera dicho, se impone la indiferencia y la frialdad.
No se busca establecer un vínculo con quien(es) hacen la crítica, ignorando que quien critica se relaciona directamente con aquello que crítica, y que no siempre tiene que ver con afectar una causa o acción emprendida, si no con señalar puntos de mejora.
La palabra crítica viene del griego kritikós, que significa "capaz de discernir". En este sentido la crítica es una labor de discernimiento que siempre tendrá una multiplicidad de enfoques.
No saber distinguir entre la crítica constructiva y la crítica negativa es una falta de sentido común.
Asumirse como un sistema cerrado hará que se juzgue con prejuicio aquello en lo que más bien se requiere pensar.
Quién es más autoritario en su postura, aquél que argumenta su opinión aún cuando la mayoría piensa distinto, o aquél que ni siquiera es capaz de escuchar opiniones diferentes a la suyas.
La cerrazón es una de las prácticas favoritas de cínicos y conservadores.
Al momento de cuestionar dogmas ideológicos nunca faltará quien responda haciendo uso de fútiles comentarios sardónicos para tratar de minimizar a la crítica.
Por qué el debate sobre la problemática de la corrupción se mantiene en un nivel general cuando obviamente también es un problema individual.
Cuál es mi responsabilidad como individuo en estas circunstancias sociales más allá del proselitismo político que pudiera hacer a favor de mi partido o candidato favorito.
Una cultura que proyecta en los ídolos sus ideales insatisfechos se mantiene a la merced de una voluntad que no es la suya.
Dirigir la mirada hacia uno mismo primero antes de establecer un juicio negativo hacia el otro, hace que seamos capaces de discernir sin hipocresías cuando condenamos algo que también nosotros tenemos.
La apatía no se manifiesta solamente en las causas sociales que demandan una renovación y se enfrentan con una indiferencia generalizada, sino que se ejerce como un estado de conservación en el individuo ante aquello que se niega renovar de si mismo.
La apatía social es la versión hipertrofiada de la apatía individual, pocos logran subvertir este patrón.
¿La oposición a un individuo político “pacificista” es un individuo político conflictivo? Por qué seguir conflictuando aquello que requiere soluciones comunes.
Entre los grupos de personas, no hay acuerdos para realizar acciones conjuntas si antes no se buscan factores de cohesión que las sustenten; siendo conscientes de que no todos vamos a pensar igual ni compartiremos las mismas perspectivas siempre, resulta necesario preguntarse cuál es mi labor como individuo que busca unificar a la mayoría bajo una serie de premisas que nos conciernan a todos, al margen de nuestros favoritismos ideológicos, considero que la respuesta está en forjar una causa de causas donde se sienten premisas básicas que sean flexibles a su inevitable diversificación.
Una consigna que considero esencial en este paradigma de época es dirigir nuestro esfuerzo hacia la dignidad de la vida, una circunstancia que nos concierne a todos.
Las maneras en las que cada quien emprende esa búsqueda por la dignidad de su vida es el comienzo de la diversificación.
Pero es preciso ser conscientes que para ejercer nuestro derecho a tener una vida digna debemos ser tolerantes, no impávidos, a los diversos caminos que cada quien decide tomar en esa búsqueda.
Jhonnatan Curiel
22 de mayo de 2011