Dios dijo: He aquí el nacer del nuevo humano.
El Humano dijo: He aquí el caer del viejo dios.
El tiempo dijo: He aquí el morir de la palabra.
La palabra dijo: En el final, también fue el Verbo.
Sin título
Dejo caer mis ropas. Entro en ella y se que tenía razón.
En su inmovilidad. En su rancio sudor.
En sus nulos intentos de fingir lo que no siente,
percibo la paz. La verdadera conclusión de mi historia.
G.H. Porcayo
Aún desnuda. Ella se recarga en la cabecera de la cama y se acaricia el pelo. Sus rígidos pezones denotan frío. Un ahogado grito de placer o dolor se escucha en otra de las habitaciones. Es normal. El cuarto a media luz da la impresión de una escena extraída del cine negro –Ya es tarde- se dice así misma. Rápido se levanta y comienza a buscar su ropa. Utiliza una de sus medias para limpiarse las manchas rojas de la cara y después se acomoda el cabello frente al espejo con las dos manos. Toma su tiempo. Sale del cuarto sin voltear a mirar a la cama, ni al hombre con un disparo en la nuca que yace boca abajo en ella.
Turbia escena de jóvenes enamorados
¿Cómo paso esto? ¿Fuiste tú? ¿Pero por qué lo hiciste? ¿Acaso no te dije que sí lo quería? ¿Acaso no te juré que íbamos a salir adelante juntos? ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Por qué me lo escondiste? ¿Cuánto llevas sangrando? ¿Me escuchas? ¿Hace cuánto que te la tomaste? ¿Puedes respirar? ¿No? ¿Sí? ¿No? ¿Dónde está la ambulancia? ¿Dónde está lo que ingeriste? ¿Me escuchas? ¿Me escuchas? …
Padres sicóticos
El niño está llorando. Mátalo.
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